Precisión y veracidad que el artista
murciano hace zigzaguear entre la pura descripción del entorno y la fina
metáfora, entre el realismo duro y la imaginación, y donde cada pieza
encuentra el lugar en el que debe estar porque su significado va más
allá. Así, la arena que descansa suavemente en el atardecer encuentra
acomodo frente a los rotundos edificios que se resquebrajan para hablar
del futuro, y un detalle que se descubre de pronto hace emerger el
enigma del interior del observador.
Gracias a esa esencia, Tapia consigue que
por su obra se paseen armoniosamente juguetes, calles, rostros, su
propia imagen, la naturaleza, una taza de café, el agua y el siguiente
reto que esté dispuesto a analizar con el rigor de quien no deja espacio
a las concesiones, a las casualidades o a las anécdotas.
Tapia ofrece, en definitiva, un trabajo sólido, maduro, meditado y cimentado en la autenticidad.
MÓNICA RUBIO. Periodista
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